Opinión | Artículos de broma

Odio y aceptación

Hubo casas y oficinas donde se cantó gol cuando Pedro Sánchez proclamó que se quedaba en la Moncloa. Lo de gol no es un bulo, es un decir: en la grabación se escapó un “sí” de fondo y en las redes sociales escribe gente que captó psicofonías similares en ese raro mediodía que —a las 2 serán las 3— sucedió a las 11 de la mañana, las 10 en Canarias y en el que el presidente español mintió un “buenas tardes”.

La procesión fue por dentro en el lado de los perdedores, muchos de ellos decepcionados por segunda vez por este empecinamiento en presidir el gobierno que muestra Pedro Sánchez. ¡Cómo es! Hubo condolencias discretas, de funeral de cuñado o de perder la promoción del equipo, entre gente que paladeó que Sánchez se iría, personas a las que no les importaba que la causa de la dimisión fuera por incapacidad para digerir lo que interpreta como una persecución de su mujer por unas diligencias cautelares basadas en una mayoría de informaciones intermitentes, inconcluyentes y no contrastadas. Ese el ánimo que conocemos de individuos a los que no les gusta el juego, ni el fútbol, pero sí que su equipo gane en el último minuto de penalti injusto. Gente más de “te jodes” que de “me alegro”.

En el lado del gol no hubo bramido de ola. Las manifestaciones emocionales del fin de semana a favor del amor tuvieron una participación moderada y los fans no alcanzaron la intensidad de los haters. No hicieron un muñeco de Sánchez al que besar en desagravio a la piñata patética del cabezudo de Pedro, apaleado por fachas para celebrar la entrada del año y no se vieron éxtasis nazarenos en la cofradía de “te creo, hermano”, quizá porque la vicepresidenta María Jesús Montero —gran aplaudidora de escaño— resultó una animadora con evidentes problemas de psicomotricidad. El estratega emocional que preside el gobierno sabe que se le odia más intensamente de lo que se le quiere y que se le acepta más extensamente de lo que se lee.

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