Exjugador del Deportivo

El viaje infinito de Diego Bardanca: “Me considero un afortunado”

Excanterano del Dépor, juega en el Persis de Indonesia tras pisar una decena de países

Diego, con la Liga de Tailandia ganada con el Buriram. |  // CEDIDA

Diego, con la Liga de Tailandia ganada con el Buriram. | // CEDIDA / xane silveira

Xane Silveira

Xane Silveira

Finlandia, Serbia, Eslovenia, Uzbekistán, Polonia, Tailandia o Filipinas trazan el mapa que Diego Bardanca (León, 1993) ha dibujado dentro de su bitácora de viaje. Un libro sin final lleno de aventuras en “una historia que arrancó en A Coruña”, ciudad a la que llegó a los 14 años para firmar por la cantera del Dépor. Allí donde dice “aprender a jugar al fútbol”, “conquistar” a su actual esposa y “formarse como persona”. Quizá por eso su corazón se divide también entre la Cultural, “el equipo de mi tierra”; y el Dépor, “el club de mi corazón”. Su camino, sin embargo, es el de un enamorado del juego que ha perseguido al balón a donde le ha llevado.

“Mi sueño nunca fue ganar la Champions, solo seguir vinculado a mi pasión. Lo único premeditado en mi vida ha sido ser futbolista, siempre tuve claro que lo haría. Aparecieron estos caminos y en cierto modo también los busqué”, explica. Su carrera es, sin duda, peculiar. Ha vivido en una decena de países, ha disfrutado la Europa League, la Champions asiática o la Copa del Rey. Incluso ha sido internacional con Filipinas por sus raíces. “Yo sin ser nadie me siento un privilegiado, me pagan por hacer lo que siempre soñé. He conocido multitud de culturas, compañeros de muchos países y me he empapado de cada uno. Me defino como un obrero del fútbol afortunado”.

Todo comenzó en Seinäjoki, una ciudad situada en Ostrobotnia del Sur, Finlandia. Llegó allí tras pasar por las canteras de Valladolid y Recre; Eldense, Atlético Levante y Real Jaén. Una experiencia de 25 partidos que le abrió los ojos. “La primera siempre impacta y yo me fui a un país espectacular, una cultural bestial, a nivel educacional y humano”. Salía de su zona de confort. Y, después de regresar a España, donde jugó también en el Ibiza y la Gimnástica, emprendió un viaje que parece no tener final: “Más allá del fútbol también están las vivencias personales”. Reconoce que le gusta “hacer turismo” cuando tiene tiempo: “A veces me voy solo, entras en casas de personas, tomas un café o un té e interactuas. Ves su nivel de vida y te abre un poco los ojos. Hay personas que sin tener nada, son muy honradas y agradecidas”. Reconoce que ha tenido “vivencias de todo tipo”, algunas “bastante surrealistas” y otras “muy buenas”. Todo ese cómputo forma “la persona” que es “ahora”.

Ser nuevo en un vestuario en el extranjero no es sencillo. Aunque con los años lo asume con naturalidad: “Lo primero que tienes que ser es respetuoso con sus ideas y tradición. Con respeto se puede ir a cualquier lado. Si eres humilde encajas donde haga falta”. En su caso, ahora en Filipinas, un país musulmán, ha tenido un mes “duro” por el ramadán: “Aquí paramos mucho para rezar, este mes entrenamos de noche para que rompieran el ayuno. De mañana si entrenamos intentas no beber para ser uno más. Intentas empatizar con ellos. Hay que ser muy flexible. La gente poco dogmática no tiene cabida”.

“Lo primero que tienes que ser es respetuoso con sus ideas y tradición. Con respeto se puede ir a cualquier lado. Si eres humilde encajas donde haga falta”

Diego Bardanca

En su caso, reconoce, poco a poco se ha vuelto “más extrovertido”. Lo ideal para encajar bien siempre es ser “uno mismo” vayas a donde vayas. “Con los años fluye con más naturalidad, pierdes los nervios y tienes más poso. Al final somos todos personas”. A lo que suma una vivencia que nunca olvida. “Uzbekistán me impactó mucho porque pensaba que era muy diferente hasta que tuve que ir a un entierro. Ahí ves que somos todos iguales. Todos lloramos, sonreímos y agradecemos. La esencia del fútbol es la misma en todas partes”.

Allí llegó en época de pandemia y vivió algunas situaciones de lo más variopintas. “Era mi primera vez en un país musulmán, un país además muy estricto. Tuvimos una dinámica muy mala, una vez hicimos un sacrifico de un cordero. Luego ganamos seis o siete partidos del tirón”, relata. Aunque se queda con algunos viajes imposibles: “El hotel que más me impactó fue un día que dije: ‘joe, por primera vez veo una cárcel’, y me respondieron: ‘es nuestro hotel’”. Aunque recomienda el país para conocerlo: “los días libres me iba con mi mujer a hacer la ruta de la seda. Tiene zonas espectaculares y una cultura riquísima”.

Su vida en Indonesia

El pasado verano Diego Bardanca cambió Tailandia por Indonesia. Pasó de un “fútbol con más control” a otro “muy ofensivo” en el que debe estar pendiente de todo el mundo. Milita en el Persis Solo, los Guerreros de Sambemyawa, un club de la ciudad de Java, que cuenta con una población de 160 millones de habitantes repartidos en una superficie de 132.000 kilómetros cuadrados, lo que la convierte en la isla más poblada del mundo. Dentro se sitúan algunas de las ciudades más importantes del país, entre ellas, Yakarta, la capital. “La vida fuera del campo me va bien, es tranquila, este es un país musulmán, acaba de terminar el ramadán, ha sido un mes muy exigente y diferente y es un país donde se vive muchísimo el fútbol. El fútbol aquí es una religión. Se pueden juntar en un campo 40 o 50 mil personas fácilmente”, explica.

Cuando habla de dificultades se refiere en gran medida a que lleva varios meses apartado del equipo desde el último cambio de entrenador. Diego pasó de ser figura y capitán a no poder “ni entrenar” con sus compañeros. Algo que en España estaría totalmente prohibido. “Ellos dicen que estoy lesionado. Yo quiero ir a España a hacerme cierto tipo de pruebas para demostrar que no. Todos los test que me han hecho los eh pasado con suficiencia. Es un poco de película, pero es una historia más para el libro de mi carrera”, relata.

Sin embargo, se lo toma con “perspectiva”. No descarta quedarse de cara a la próxima temporada si cambian de entrenador: “Yo he tenido muchas experiencias. En Serbia tuve una situación muy compleja y dura, del estilo pero en peores condiciones. Allí hice la mili. Esto comparado con aquello, o con problemas reales de la vida es un juego de niños. Tengo que estar preparado para lo que venga”.

La vida del futbolista en el sur asiático es muy diferente a la europea. Entrenan por las tardes porque por las mañanas es imposible por el calor. “Hay muy poca cultura de levantarse pronto, además por la mañana también hace muchísimo calor, entonces entrenamos a las 6 o 7 de la mañana”. Algo inviable porque el tráfico obliga a salir “con hora y media o dos de antelación”. También es distinto el día a día, donde la contaminación y la sobrepoblación marca mucho. “Salir a correr es inviable. Luego no se puede estar en la calle porque hace muchísimo calor. El día que menos frío hace son 27 o 28 grados. La liga mete muchos partidos a las 15.00, lo que es una locura porque igual hay 38 grados y 85% de humedad. No te puedes ni mover”. Bromea con la falta de calidad de aire y las horas de luz solar: “echo más de menos eso casi que el jamón y el queso”.

¿Y el futuro? El fútbol lo dictará: “Sigue el fuego y la misma ilusión. No sé en qué departamento me veo, pero sé que será al lado del balón, eso seguro".